sábado, 25 de agosto de 2012

Pareces profeta.

Nos narra el evangelio de Juan que un día Jesús les dijo a sus discípulos que "le era necesario" pasar por Samaria (Juan 4:4). Samaria era y es un territorio judió en el corazón la nación de Israel (Hoy es la ciudad de Naplusa o Naplus), el cual quienes iban de Judea a Galilea y viceversa no tocaban, pues habían discordias de años.

Jesús va a un pozo en donde hay una mujer sacando agua (Juan 4:7). La conversación que tiene con ella es de esas conversaciones de la biblia que habría que estudiar en un foro de eruditos, para que alguien pudiera sacar conclusiones y explicarnos "qué clase de psicología aplicó Jesús en ésta mujer". Inicia su diálogo sin saludarla siquiera (Juan 4:7), cuando se suponía que nisiquiera debía hablarle por ser samaritana; toma como pretexto un poco de agua material, para llevarla a tocar su necesidad espiritual (Juan 4:10); cuando la mujer le habla del agua, Jesús se brinca la cerca y le expone su pecado... "llama a tu marido" (Juan 4:16). Ella inmediatamente le dice: "es que no tengo". Entonces Jesús se convierte en profeta, pues le habla de su oscuro pasado y presente (Juan 4:17-18). La samaritana al ver descubierto su pecado, le reconoce como su salvador. Alguien podrá decir que lo único que la samaritana le dijo fue: "me parece que eres profeta" (Juan 4:19), esto sería cierto si no la viéramos más adelante predicando a Jesús y diciéndole a todos que encontró al Cristo (Juan 4:29), y que por el testimonio de ella, muchos fueron salvos (Juan 4:39)... esa era la "necesidad" de Jesús de pasar por Samaria.

Cuando sintamos la "necesidad" de llamar a alguien, de ir a ver a alguien, de orar por alguien... simplemente hagámoslo. No sabemos los planes de Dios para con esa persona, por ello es que debemos dejárnos llevar por el Espíritu de Dios, pues él sí sabe la necesidad que tienen otros de lo que nosotros ya recibimos. Meditemos.

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