lunes, 20 de agosto de 2012

Todo o nada.

Cuando nosotros éramos pequeños acostumbrabamos jugar aquí en Guatemala un juego al que llamábamos "perinola". Era un cubo, en ocasiones de plástico en ocasiones de madera, que en sus cuatro caras tenía pintadas unas letras: uno de los lados decía: reciba uno; otro lado decía: pierde uno; otro decía: pierde todo; y el último decía: gana todo.

Dependiendo de cuántos estábamos jugando así era la mesa (lo que estaba en medio de los jugadores) que usted se llevaba, en el afortanado caso que le tocara: gana todo. El juego era muy bonito porque lo más que usted podía perder era un "frijolito", un "arroz", o cualquier clase de semilla con la que usted jugaba, pero usted podía ganar hasta ocho o diez semillas dependiendo de cuántos jugadores habíamos. Lastimosamente muchas personas piensan que la vida espiritual es una "perinola", y que cuando uno se muera lo más que se puede perder es un poquito. Pero no es así, primero la vida no es un juego, es una caminata que Dios planeó para cada ser humano, y es una caminata que tiene planeado para el final de cada uno de nosotros: que ganemos. Es cierto que en ocasiones vamos a perder algo pero no todo.

Dios nos ha dado suficientes "semillitas" para que podamos jugar tranquilos el juego de la vida, nos ha dado personas amorosas que nos ayudan; nos ha dado hombres de fe ejemplares para que los sigamos; nos ha dado las escrituras para que le conozcamos; nos ha dado un tiempo de oración para que tengamos intimidad con él; y experiencias diarias para que podamos jugar con  todas esas semillitas. Lo mejor de éste juego espiritual es que, Dios tiene planeado que todos los que juguemos en su equipo, al final: nuestra perinola caiga del lado en donde dice: Gana todo. Meditemos. 

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