viernes, 3 de agosto de 2012

Hasta el tercer cielo.

Pablo, el apóstol que escribiera casi todo el Nuevo Testamento, nos da declaraciones que como dijo Pedro en su segunda epístola en el verso 15 del capítulo 3: "Son difíciles de entender, y encima, los indoctos y los inconstantes tuercen".

Pues bien, entre las situaciones "difíciles de entender" que Pablo nos escribiera está el hecho de que en algún momento de su vida "fue arrebatado HASTA el tercer cielo" ((2da. Corintios 2:12). De allí que Pablo nos pueda hablar con tanta autoridad acerca de los tiempos del fin en Tesalonicenses 4, por decir un ejemplo. Pero, lo que hoy sentimos en el Espíritu compartir es el hecho de que si Pablo fue arrebatado HASTA un tercer cielo, la simple lógica nos hace meditar en que hay, al menos, otros dos cielos. Y, cuando pensamos que en toda la escritura se nos mencionan grupos de tres en varias ocasiones, nos damos cuenta que los eruditos en las escrituras tienen razón al mencionar que las "Tríadas" o grupos de tres están presentes en ésta vida, y, en la que hay después de la muerte. Noé construyó un arca que tenía tres niveles; el Tabernáculo que construyó Moisés tenía tres áreas; la parábola de los Talentos nos habla de tres grupos; las clases sociales estaban (y siguen estando) divididas en tres grupos, etc. Con razón entonces, Pablo nos exhorta a que luchemos por obtener el mejor galardón posible. El, habiéndo visto los cielos, sabe mejor que nadie que tan sólo creer en Cristo nos hará estar en la puerta del cielo, en el primer cielo, como sucedió con el que conocemos como el ladrón bueno de la cruz. Sabe que quienes vivan un poco más santamente estarán en el segundo cielo; pero solamente aquellos que den en el blanco con respecto a su llamamiento, estarán en el tercer cielo como él.

Como vemos, es indiscutible que hay tres cielos, y como Pablo lo muestra es indiscutible también que todos en Cristo, tenemos un llamamiento. Pero para poder cumplir ese llamamiento es necesario que lo conozcamos, y no lo vamos a conocer si no es en la presencia de Dios. Y eso se logra solamente estando todos los días a sus pies. Meditemos.

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