sábado, 29 de octubre de 2011

Nada más lo necesario.

¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es por vuestras pasiones? Estas dos preguntas las hace Santiago, el medio hermano de sangre de Nuestro Señor Jesucristo (ver Mateo 13:55) en su epístola, en capítulo 4 y verso 1.

Media vez el hombre ha saciado sus necesidades, preguntamos, ¿cuál es el objeto de poseer más, de querer más, o de desear más? Acaso se pueden utilizar tres autos a la vez; acaso se pueden vestir cinco chamarras a la vez; acaso se puede habitar cinco casas a la vez. Dijo el sabio Salomón en Eclesiastés capítulo 8 y verso 9: "Hay tiempo en que el hombre se enseñorea del hombra para mal suyo". ¿Nos cuesta tanto el poder ver que saciadas nuestras necesidades, el único peligro que conlleva el tener demasiado, el buscar demasiado, sólo puede ser el traernos daño? Cuando tenemos más de lo que necesitamos, hemos de pedir a Dios una guía muy especial para nuestro caminar, pues nuestras pasiones nos pueden doblegar.

David le decía al Señor: Señor, no me des tan poco que reniegue de tí; pero tampoco me des tanto, que me olvide de Tí. Esa debiera de ser una nuestras oraciones preferidas. Meditemos.

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