viernes, 21 de octubre de 2011

La mentira, mala consejera.

Durante los años que el Señor nos ha permitido estar en el ministerio de Su palabra, hemos podido comprobar que, si en el mundo de fuera la mentira no paga bien, en lo espiritual es algo catastrófico.

La escritura nos menciona un caso que ejemplifica exactamente lo catastrófico que puede llegar a ser el mentir. Nos narra el libro de los Hechos de los Apóstoles en el capítulo 5, cuando Ananías y Safira su esposa se acercaron a los apóstoles a entregar el fruto de la venta de una propiedad. Nótese que en los albores de la iglesia, no era una "obligación" sino tan sólo una "colaboración" el compartir con los hermanos, sin embargo, aún así, la mentira causó daños desastrosos. Nos narra la historia que ellos no dijeron TODA la verdad, y eso les causó la muerte. ¿Vendieron la propiedad? Sí, la vendimos. ¿Dijeron que la habían vendido? Sí, lo dijeron. ¿Dijeron en cuanto? Sí, pero no toda la verdad. Consecuencia: Muerte. Hoy en día, Dios no es tan drástico (generalmente) con nosotros cuando no decimos toda la verdad, pero, el precio de no hacerlo igualmente lo pagamos.

Hemos visto que la mentira o la verdad a medias tiene un costo muy alto, especialmente, cuando pedimos consejos en medio de nuestros problemas. Decir sólo lo que nos conviene, o no decir lo que nos averguenza porque sabemos está mal, trae consejos equivocados, y los únicos que pagamos las consecuencias somos quienes hemos mentido o dejado de decir TODA la verdad. Meditemos.

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