viernes, 7 de octubre de 2011

Hacerdlo de corazón, como para el Señor.

Una de las virtudes más grandes que puede llegar a tener un creyente en Cristo Jesús, es el servicio. De todas las frases que Jesús pronunció, quizás la que más debiera impesionarnos es: "No he venido para ser servido, sino para servir".

¿Por qué habíamos de impresionarnos más por ésta expresión que por cualquier otra? Pues simplemente porque cuando un rey, un príncipe, un líder está delante nuestro, la lógica, la etiqueta, el protocolo nos manda que hemos de atenderle, no que nos atienda él. En el libro de Colosenses en el capítulo 3 y versos 23-24 leemos lo siguiente: "Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor, y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, que es Cristo..." Hace muchos años fuimos testigos de la enfermedad de muerte de una mujer, en el hospital su esposo la atendió con todo el amor que pudo; tanto así, que siendo prohibido en dicho hospital, por ser público, que alguien ajeno al personal permaneciera en horas de no visita, a él se lo permitían. Diez años después en un desayuno de testimonios, un doctor dió su testimonio del por qué, él y su esposa eran ahora creyentes. Sus palabras fueron las siguientes: Hace diez años, mi esposa y yo que somos doctores, fuimos testigos de la forma como un hombre atendía a su esposa con tanto amor, ternura y dedicación, que dimos nuestra aprobación para que él permaneciera en la sala de intensivos, aún y cuando era prohibido.

Esa pareja, continuó, nos dió un ejemplo increíble de unidad, y todos en la sala de intensivos comentaban lo que realmente es ser un creyente. Un día alguien le preguntó al esposo que por qué actuaba con tanta dedicación, su respuesta fue: "Porque Dios me dijo que todo lo que hiciera con ella, lo hiciera como para él y no como para los hombres". El doctor terminó diciendo: "Ese testimonio fue el que nos guió a ser hoy creyentes". Meditmos.

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