miércoles, 4 de julio de 2012

Ser creyente no implica perfección inmediata.

El Dios que conocemos los creyentes es un Dios bueno, creador, alegre, dadivoso, pero también tiene sus límites, su carácter, sus lineamientos y es, es su momento, severo. Cuando Dios elegió a Abraham para que fuera la semilla de aquél pueblo que en la eternidad será suyo para adorarle, le ofreció toda clase de bienes y bienestares, con la condición de que El fuera el único Dios en su corazón.

Dios no sólo elige al que va a ser su pueblo de entre el pecado del mundo, sino lo rescata y le brinda una nueva oportunidad. Esa elección, ese rescate y esa nueva oportunidad NO IMPLICA bajo ningún punto de vista, que al día siguiente ese sujeto parte ahora del pueblo sea una nueva persona en su totalidad, pues eso, es un proceso que se inicia ese día de la elección y termina el día de la muerte de ese sujeto. Sin embargo, el sujeto debe luchar y tratar de permanecer a los pies de Dios para ir superando todos los obstáculos. Para algunos sujetos, que hemos de decir que son vasos para los que Dios tiene un ministerio, ese proceso es más duro, más extenso, y por supuesto más respaldado. Por el contrario a otros les cuesta más, tienen más dificultades para seguir en la lucha, pero igual el Señor los tendrá en su gloria el día de mañana. ¿A qué viene todo ésto? Pues al hecho de que cuando alguien dice ser creyente, los ojos del mundo se ponen sobre él, esperando más de él que de los demás. Lo vemos en la política, muchos presidentes de cualquier religión pueden pasar por las presidencias siendo unos déspotas, unos sinverguenzas, ladrones, asesinos, dictadores, que nadie se refiere a sus creencias religiosas, pero, si por casualidad pasa por allí un creyente al que se le conoce alguna falta, a ese se le señalan con saña. 

A todos nos cuesta seguir un camino recto que agrade a Dios, pero no todos podemos vencer nuestras debilidades con tanta facilidad como otros. Para algunos decir no y no volver a un pecado, les es fácil; para otros la lucha nos implica años. No estamos excusando ni nuestros pecados ni los de algunos líderes, pues tarde o temprano se tendrá que entregar cuenta a Dios y no a los hombres, pero lo que sí recalcamos es que el decir que somos creyentes no implica, bajo ningún punto de vista que ya somos perfectos. Meditemos.

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