sábado, 14 de julio de 2012

Juan y dos de sus discípulos.

Nos narra el libro de Juan, el apóstol, que un día andaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos (Juan 1:35) y vieron pasar a Jesús, y Juan el Bautista dijo: "He aquí el Cordero de Dios". Y nos narra también que éstos dos discípulos oyeron hablar a Jesús, y le siguieron (Juan 1.36).

¿Qué fué lo que hizo Juan cuando sus dos discípulos se le fueron? ¿Inició a hablar mal de Jesús? ¿Le dijo a todo el mundo que Andrés y el otro discípulo eran unos traidores? ¿Les echó en manos de satanás porque se fueron? NO. Simplemente los dedjó ir. Porque Juan el Bautista sabía que él era solamente un "instrumento" en las manos de Dios, que no era el propietario de las ovejas ni mucho menos el Ungido de Dios. ¿A qué viene éste comentario o éste escenario? A que muchas ovejas conocen al Señor en una congregación, en una casa de oración, o en un grupo determinado, pero al cabo de algunos meses, años o por cirscustancias "válidas" se retiran de esa congregación, y lamentablemente, el líder, el grupo de ancianos, o las ovejas mismas desmerecen la calidad de vida de la oveja que se va, porque se creen "propietarias" de esa oveja. Se sienten con derechos sobre esa vida, no entendiendo que fueron tan sólo instrumentos en las manos del verdadero propietario de esa vida espiritual.

Si a usted lo miran de menos, han hablado oprobios suyos porque se retiró de alguna congregación por razones justas, no se sienta mal. Juan el Bautista, un verdadero hombre de Dios dijo ante ésta situación: "Es necesario que yo mengue, para que él crezca" (Juan 3:30). Si el que fue su líder, los que fueron sus ancianos no se expresan así de usted, entonces no es usted quien anda mal. Meditemos.

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