viernes, 20 de julio de 2012

Los padres en la casa.

Recibiendo un curso de estudios en el Instituto Bíblico, el maestro que nos está enseñando acerca del evangelio de San Juan, nos explicaba el origen de las "maras" o pandillas de delincuentes. En estadísticas que se mantienen muy al día, está plenamente comprobado que las maras nacieron a raíz del abandono de los padres hacia los hijos, del mal ejemplo que éstos dieron, y de la separación o divorcio de los mismos.

Un niño no necesita tener el mejor padre del mundo, o la madre más ejemplar del mundo, lo que necesita es el calor del hogar, tener una guía de lo que Dios ha establecido como un hogar, y que alguien lo instruya en los caminos de la educación básica y lo espiritual. Cuando nosotros éramos pequeños nos decían abuelos, padres, maestros, y guías espirituales: "Arbol que crece torcido, jamás se endereza". Pero ¿de quién es la culpa que el árbol crezca torcido? Pues de quien lo sembró y de quien se suponía tenía que cuidarlo. Si nosotros tenemos mañana un hijo delincuente, un hijo rebelde, un hijo que no quiere saber nada de Dios... NO NOS QUEJEMOS, es porque como padres estuvimos en calidad de muebles en casa pero no de padres. La culpa no va a ser de esa criatura que hoy es inocente, será solamente nuestra. El árbol (niño) no se sembró solo, NOSOTROS lo sembramos. La palabra de Dios dice: "Instruye al niño en su camino... y aún cuando fuere viejo, no se apartará de él".

No creamos que porque pagamos un colegio caro, ya cumplimos. No creamos que porque en la despensa no falta nada, ya cumplimos. No creamos que porque vamos a los eventos deportivos con ellos, ya cumplimos. Tenemos que compartir con ellos la palabra de Dios, intruírlos en sus estatutos, enseñarles con el ejemplo y con la palabra, instarlos a que busquen a Dios en todo y para todo. De lo contrario no hablemos de injusticias el día de mañana, pues la primera la estamos cometiendo nosotros. Meditemos.

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