jueves, 24 de mayo de 2012

Israel, no me olvides.

Uno de los problemas más grandes que tiene el hombre es el olvido. Olvidamos con mucha facilidad el bien que hemos recibido de otros; olvidamos con igual facilidad el bien que hemos recibido de Dios. Y, el pueblo de Israel (hoy su iglesia) no se salva de ese error.

En el libro de Isaías en los capítulos 42,43, 44 vemos cómo Dios le insiste a Israel que a pesar de su pecado, él ha sido, es, y seguirá siendo su Dios. Que sufrirá las consecuencias de su pecado, que purgará la culpa de sus errores, pero que eso, no lo hace dejar de ser su Dios. Constantemente Israel había olvidado el bien que su Dios le había hecho, Dios les reclama en el capítulo 44 y versos 9 en adelante: "Los formadores de imágenes de talla, todos ellos son vanidad, y lo más precioso de ellos para nada es útil, ellos mismos son testigos para su confusión, de que los ídolos no ven ni entienden... el hombre corta un árbol de cedro o de ciprés de él se sirve luego el hombre para quemar y calentarse, enciende el horno y cuece panes... y con el RESTO hace un dios; el carpintero tiende la regla, lo señala con almagre, lo labra con los cepillos, le da figura con el compás, lo hace en forma de varón a semejanza de hombre hermoso, fabrica un ídolo y se arrodilla ante él". Lo que Dios más recalca acerca de un árbol cortado es que: de un leño, del SOBRANTE de un árbol, el hombre hace un dios.

Por ello le dice: "Israel, no me olvides", porque tener ídolos es tener el corazón engañado (Isaías 44:20-21). Vuélvete a mí, oh Israel, porque yo te redimí, dice Jehová de los ejércitos. No pongamos NADA delante de Dios, NADA es más que Dios para los que hoy conformamos el pueblo de Israel espiritual, o sea, la Iglesia verdadera de Jesucristo. Dios no quiere lo que nos SOBRA, Dios quiere lo mejor de nosotros. Y la iglesia verdadera no es, necesariamente, la que se reune en templos, Jesús lo dijo. Es la que le adora en espíritu y verdad todos los días y a cada hora (Juan 4). Meditemos.

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