sábado, 10 de marzo de 2012

Si tan sólo entendíeramos eso.

En innumerables ocasiones hemos recalcado desde ésta pequeña ventana, el hecho de que cuando se reunen en un salón varias personalidades de una especialidad, siempre, pero siempre, la última palabra se le concede a quien se supone es el más viejo o antiguo en la materia, o, en su lugar, a quien haya hechos más estudios acerca del tema.

Para la prédica del evangelio de Jesucristo Dios no lo permitió ni lo permite así. Ciertamente, en los tiempos de Cristo había personas muy entendidas en materia espiritual, pero Dios no los eligió a ellos para predicar el evangelio. Había grandes pensadores griegos, grandes escuelas judías y griegas fundadas por Sócrates, Platón, Aristóles, y Gamaliel entre otros, pero Dios no eligió a ningún discípulo de ellos para predicar el evangelio. Acaso las personas más letradas que predicaron el evangelio fueron Lucas, quien era médico; y Mateo, quien era publicano (judío estudiado que trabajaba para el gobierno romano cobrando impuestos, se les denominaba Publicanos, y no eran muy queridos).

Pablo (quien también era letrado, pero llegó muchos años después a la prédica del evangelio) escribió en 1era. Cotintios 1:27: "Lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte". No necesariamente la sabiduría humana o la capacidad humana, nos permite llevar el evangelio de Jesucristo a los niveles en que Dios quiere que se lleva. Meditemos.

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