viernes, 2 de marzo de 2012

Nuestra influencia sobre otros.

Querramos o no, nos lo propongamos o no, somos testimonio o estorbo para otras personas en la caminata cristiana. Muchos creen que para dar testimonio de Dios debemos ir y pararnos en un parque o en una esquina, con un megáfono y ponernos a repetirle a todo el que pase delante, que es un pecador y que debe arrepentirse.

No es eso lo que la escritura nos dice y nos muestra cuando de dar o de ser testimonio se trata. Vea usted cómo, los hermanos de sangre de Nuestro Señor Jesucristo (Juan 7:5 y Mateo 13:55), NO CREIAN EN EL a pesar de las evidencias que mostraba. Sin embargo, al final la vida de Jesús terminó impactando a dos de ellos por lo menos. Santiago, llamado también Jacobo, y Judas, llegaron a tal convicción de que su hemano era el Mesías, el Hijo de Dios hecho carne, que cuando Cristo ya no estuvo entre ellos, ellos se dedicaron también a promover el evangelio. Santiago escribe la epístola a las doce tribus que están en la dispersión, esto, debido a la persecusión hecha por los mismos judíos en contra de sus hermanos por dejar las sinagogas y seguir la doctrina (didache) de Jesucristo, que se apartaba de la ley (nomos) de Moisés, punto que podemos comprobar al estudiar los 108 versos que escribiera Santiago, durante los cuales vemos 58 mandamientos. Y, vemos por otro lado a Judas, escribiendo acerca de lo que Jesús, su hermano, tanto había predicado: Servicio.

Vivamos pues rectamente, y luchando por alcanzar la santidad, pues primeramente sin santidad no veremos a Dios; y luego, nos demos cuenta o no, nos lo propongamos o no, somos constantemente testimonio o influencia para otros en la caminata cristiana. Meditemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario