lunes, 19 de marzo de 2012

La dureza de nuestro corazón.

Criticamos con mucha facilidad las faltas o pecados de los demás, pero calificamos con mucha benevolencia las nuestras o las de nuestros seres queridos. ¿A qué se debe esto? Se debe a la dureza del corazón humano.

Aproximadamente 600 años antes de Cristo, un rey, Nabucodonosor, el rey de Babilonia tuvo un sueño que perturbó su espíritu (Daniel 2:1); nadie en su reino le pudo descifrar el sueño, entonces llamaron a un joven judío llamada Daniel para que se lo interpretara (verso 19). Cualquier persona con una revelación de éste tipo, pues hemos de decir que Daniel no sólo interpretó el sueño sino también se lo recordó, pues el rey lo había olvidado, obligadamente reconoce que el Dios que haga algo así, tiene que ser un Dios superior a cualquier otro dios, y de hecho Nabucodonosor lo hizo (verso 47). Sin embargo, pronto se olvidó de ello y mandó hacer una estatua de oro puro, pero no para agradar a Dios sino para agradarse y engrandecerse él mismo (3:1). Luego, castiga a Daniel y sus amigos por no adorar su estatua y los echa en un horno de fuego, del cual los libra Dios (3:17 y 27). Vuelve Nabucodonosor a reconocer al Dios de Daniel y hasta da un edicto para que todo el mundo haga lo mismo (3:29) pero, Nabucodonosor vuelva a pecar y entonces es hecho como animal de yerba por siete años, pues se enorgulleció de su reino (4:30). Dios lo vuelve a restaurar al cabo de los siete años, y vemos con profunda pena que Nabucodonosor no aprendió nunca su lección, pues en el capítulo 5, vemos a su hijo pecando contra ese Dios que había extendido la mano a su padre, sin éste haber transmitido la lección a sus generaciones.

Ese es el corazón que todos tenemos, y la única forma que existe para que sea transformado es la constante relación y exposición a la presencia de Dios, pues de lo contrario reconoceremos quién es él, pero no lo honraremos como se merece, y pronto pecaremos por olvidar su grandeza y misericordia, y por supuesto, nunca instruiremos a nuestras generaciones quienes pecarán igual o más que nosotros. Meditemos.

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