sábado, 3 de marzo de 2012

Hay pecado de muerte.

El apóstol Juan, nos dejó un legado escrito de las enseñanzas de Jesús que es una joya. Un evangelio, tres epístolas, y sobre todo, el Apocalipsis. Dicha joya nació cuando Juan decidió ser el discípulo amado, aquél que recostaba su cabeza en el pecho del maestro en señal de profundo amor y respeto. Y que estuvo, también, dispuesto a pagar el precio por ello, la persecusión y el exilio en la isla de Patmos.

Juan llegó a tocar tanto el corazón de Dios Padre al amar tanto a su Hijo, que el Padre decidió darle a él todos los secretos que no le había concedido ni siquiera a Pablo, quien dicho sea de paso escribiera casi todo el Nuevo Testamento. Fue, pues, a Juan, a quien Dios le concedió los secretos más íntimos de su corazón, y le permitió ver el final de los tiempos. En medio de esos secretos, entiéndase la deidad del Hijo en el evangelio; el amor y los mandamientos más profundos de Dios para con su gente, en las epístolas; y el desencadenamiento de todo el plan de Dios en Apocalipsis. Juan recibe un secreto por más especial, el cual comparte con nosotros en su tercera epístola: "Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte... ahora bien, hay pecado de muerte, por el cual YO NO DIGO QUE SE PIDA (1era Juan 5:16). Y ¿cuál es ese pecado de muerte? Serán las drogas, el adulterio, las borracheras, el asesinato, el hurto, la mentira? Si, y no.

Juan nos responde la pregunta en los siguientes versos: "Sabemos que TODO aquel que ha nacido de Dios, no PRACTICA el pecado" (1era. Juan 5:18). El pecado puede ser CUALQUIER pecado mencionado o no en la lista anterior, pero que no se quiera dejar de practicar. La sangre de Cristo es suficiente para cubrir cualquier pecado, pero, la condición elemental es que: DEJEMOS DE PRACTICARLO, para vivir una vida consagrada a Dios. Meditemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario