miércoles, 27 de junio de 2012

¿Quién será aquél que diga?

Cuando algo le sucede a alguien vienen mil preguntas y mil conjeturas: ¡Qué mala suerte!, ¡qué coincidencia!, ¿qué sucedería? y los que son más incisivos dicen ¿Qué haría mal?. Y los muy religiosos todavía exclaman: ¡A saber qué está pagando!

A todos, a gente buena y mala, dice la escritura que sale el sol. Unos lo merecen otros no lo merecemos tanto pero a todos nos ilumina. Lo mismo sucede con el bien y lo que nosotros creemos que es un mal cuando toca a nuestra puerta. Hemos visto a impíos entrar en desgracia, en enfermedad, en aprietos, en mortandad, y la lógica nos dice que es el resultado de sus malos pasos. Pero también hemos visto gente muy entregada a Dios, y que, "coincidentemente" cuando más entregada está y cuanto más trabaja para el Señor le suceden situaciones que lo hacen preguntar a uno ¿Y por qué a ellos?  Bueno, lo que sucede lo explica Jeremías en el libro de Lamentaciones (3:37-39). "¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó? ¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno? ¿Por qué se lamenta el hombre viviente? Laméntese el hombre en su pecado". Es Dios quien permite que ciertos males se acerquen al hombre que se dedica a su obra, es la forma de demostrar al mundo que una persona puede estar bajo presión pero no necesariamente explotar, pues su confianza no está en los recursos humanos sino en los recursos divinos.

Es el momento en que el creyente tiene su mejor oportunidad de dar testimonio de que el Dios en el que él dice creer, es verdadero; y que, aún y cuando no se deja ver... sí está vivo. En otro sentido, es el momento del crecimiento de la fe del creyente, pues es el momento en el que más va a conocer de cerca a su Dios y todos los atributos que nos ha dicho tener. Meditemos. 

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