sábado, 9 de junio de 2012

Decir la verdad, no es ser pesimista.

Muchas personas hoy en día, en el calor del primer amor hacia Jesucristo, salen a la calle pregonando sólo las virtudes del cristianismo, salen pregonando sólo los privilegios del creyente, salen eufóricos sintiéndose maestros, evangelistas, pastores, profetas y hasta apóstoles.

Por ser el apostolado el ministerio que más áreas cubre, es quizás la razón por la cual muchos líderes van a cualquier seminario que los invitan al extranjero, están metidos en un hotel de lujo los tres días y el día lunes regresan llamándose "pastor y apóstol fulano de tal". Menos mal que de ellos el Espíritu Santo nos libra con un poquito de discernimiento. Más preocupante resulta, desde nuestro punto de vista, el falso profeta.  ¿Quién es el falso profeta? ¿Cómo podemos reconocer al falso profeta?   La escritua nos dice claramente que el "verdadero profeta" es aquél que cuando profetiza en el nombre de Dios, simplemente lo que dice ¡Se cumple ! y, por ende, el falso profeta debe de ser aquél que cuando lo hace, lo que dice no se cumple. De ellos dice Dios que con "presunción hablaron" y de los cuales no hay que tener "temor" (Deuteronomio 18:22). Pero hubo profetas de Dios que decían lo que Dios sí había dicho, pero resulta que lo que Dios mandaba a decir NO LE GUSTABA a los que lo oían, entonces disponían que lo que el profeta estaba diciendo no venía de Jehová, sino que el profeta no sólo era mentiroso sino pesimista. Ese es el caso de Jeremías. Como todos querían quedarse en Jerusalén a pesar de la inminente invasión de Babilonia, pero Jeremías decía que Dios ordenaba lo contrario, entonces dispusieron que lo que Jeremías decía era mentira y que era un pesimista.

Ese fue el duro ministerio de Jeremías durante casi 40 años. Hoy en día, vendrán muchos profetas anunciando paz, poder, y prosperidad... pero ellos no vendrán en el nombre de Dios. Jesucristo mismo dijo que los tiempos postreros derían difíciles, tan difíciles que aún los escogidos podríamos ser confundidos, entonces preguntamos ¿Quién sabe más el Hijo de Dios, o alguien que se hace llamar profeta humano?  y la respuesta del millón sería ¿A quién le vamos a creer?  Que un profeta de Dios diga la verdad acerca de un cautiverio, cuando éste viene, no implica que sea pesimista. Meditemos.

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