Durante todo el libro del profeta Jeremías vemos cómo el pueblo de Dios no cree en las profecías que vienen de Dios en boca del profeta. ¿Por qué? Simplemente porque las profecías NO decían lo que el pueblo quería escuchar sino más bien lo contrario. Ellos querían escuchar que tendrían paz, que habría prosperidad, y que llegarían a tener el poder por medio del Hijo que había sido prometido durante el ministerio de otros profetas.
El pueblo NO quería escuchar que en lugar de paz, poder y prosperidad vendría destrucción, cautiverio y que toda la ciudad sería destruida. Ellos querían escuchar que el pueblo de Israel sería sobre todas las naciones, no que todas las naciones serían sobre Israel. Pero con el estoicismo que caracteríza a los hombres que vienen en nombre del Señor, Jeremías expone su vida diciendo lo que Dios le dijo que dijera: "Iremos en Cautiverio por 70 años" (Jeremías 25:11). Jeremías no pierde su vida, pero todos aquellos que NO entendieron que depositando sus vidas en las manos de Nabucodonosor el conquistador, y, dejándose transportar a Babilonia la salvarían, sí la perdieron pues no hubo nadie que se salvara de los que quedaron en Jerusalén. Dios profetizó y cumplió la la profecía con respecto a la destrucción de Jerusalén (Jeremías 21:9), pero, no olvidemos que también había mandado profetizar que toda nación que participara de ésa destrucción, en su momento, sería destruida (Jeremías 25:12). Y ese es el tema que Jeremías trata en los últimos capítulos de su libro.
Trataremos de analizar una por una a las naciones que fueron destruidas y la razón de la misma, pues creemos que es una "analogía" o una "parábola" para nosotros en el día de hoy. Pues los pecados o las des-virtudes que esos pueblos padecieron, son los pecados o las des-virtudes que hoy nos aquejan a nosotros, y las razones por las cuales los que las practiquen serán destruidos por la mano de Dios. Meditemos.
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