jueves, 7 de junio de 2012

Oídme los que conocéis justicia.

El ser más justo que existe es Dios, su Hijo, y el Espíritu Santo, lo que los creyentes conocemos como la Santísima Trinidad. Cualquiera que conoce a Dios, es porque recibió a su Hijo en su corazón, y por añadidura recibió el Espíritu Santo para que lo guíe en su caminata por éste mundo.

Pero, sin embargo, cuando somos niños en los caminos del Señor, tendemos a hacer lo que hacían muchos en los tiempos de los profetas mayores, esto es, recurrir a los beneficios del mundo antes que hincárnos y pedirle a Dios que nos diga ¿qué hacer? ¿para dónde tomar? ¿a dónde recurir?. Así, vemos que en el libro de Isaías Dios le reclama a su pueblo de la siguiente manera: "Porque así dijo Jehová el Señor: MI PUEBLO descendió a Egipto (que como lo hemos explicado en muchas ocasiones, es una figura del mundo y todos sus beneficios y placeres) en tiempo pasado, para MORAR allá, y el asirio lo cautivó" (Isaías 52:4). Nótese que quisimos resaltar la palabra MORAR, pues Dios sabe también que nos sería imposible sobrevivir sin algunas circunstancias del mundo. Pero lo que él no desea es que nos deleitemos con ellas, que nos acomodemos con ellas, que dependamos de ellas, que confiémos más en ellas que en él.

Sabemos que a todos nos suceden acontecimientos extremos en algún momento de nuestra vida, pero Dios está presto para decírnos: "Oídme los que conocéis justicia". ¿Quiénes son esos que conocen justicia? Pues nosotros, los que conocemos a Dios, los que hemos recibido a su Hijo en nuestro corazón, los que hemos recibido al Espíritu Santo como añadidura para nuestra caminata. No temamos al hombre, ni al mundo, ni las circunstancias en las que estamos pues Dios está con nosotros y desea lo mejor para nosotros... no importando, repetimos, nuestras circunstancias. Meditemos.

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