miércoles, 26 de septiembre de 2012

Cuando hayas pasado el Jordán.

Muchas eran las leyes, normas, y estatutos que tenían que cumplir quienes conformaron el pueblo de Israel en la antiguedad. Cuando estudiamos el Pentateuco, o sea, los cinco libros de la Ley de Dios lo podemos ver. Sin embargo, Dios siempre ha tenido un tiempo y una ocasión para todo y eso es lo que debemos observar.

En el libro de Deuteronomio en el capítulo 27 iniciamos a ver qué es lo que Dios quería demandar de su gente. Y, ayer al igual que hoy, muchas personas hemos asumido en determinado momento que "todas" las personas debiéran de cumplir con esos estatutos, pero la realidad es que Dios las puso "solamente" para SU pueblo. Por lo tanto quienes no son pueblo no tienen por qué cumplirlas, lógicamente, no tienen tampoco por qué recibir los galardones que Dios ofrece a quien sí las cumple. Ahora bien, metiéndonos en el tema: ¿Quiénes y cuándo debían empezar a cumplir la Ley?  En ese mismo capítulo lo vemos: "el pueblo de Dios" (verso 1). ¿Cuándo debía el pueblo empezar a cumplir esos estatutos? Hasta pasar el Jordán (verso 2). Este punto pareciera solamente una información más, pero no es así. Si recordamos la historia nos daremos cuenta que ciertamente Moisés sacó de Egipto más o menos 4 millones de personas, pues dice la escritura que eran como 600,000 hombres sin contar mujeres y niños (Exodo 12:37); pero, no olvidemos que al estar en el desierto fundieron una imágen de oro para adorar, y fue entonces que Dios les dió la sentencia de que todos los mayores de 20 años no entrarían a la tierra prometida (Números 14:29,30,34) sino que caerían muertos en el desierto.

Por eso fue que el tiempo establecido para cumplir la Ley iniciaba "después" del Jordán, para que todos los que debían morir murieran. La pregunta es ¿Hemos pasado nosotros el Jordán? Si es así, entonces estamos obligados a cumplir las normas, los estatutos, las leyes de Dios, de lo contrario no. Pero si no estamos obligados a cumplir todo eso, entonces tampoco somos su pueblo y tampoco alcanzaremos sus promesas. Meditemos.

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