miércoles, 5 de septiembre de 2012

Como león rugiente.

Una de las razones por las cuales un león ruge en la selva es porque tiene hambre, ciertamente ruge para advertir a sus enemigos que ese es su terrirtorio, que él es el jefe de esa zona, que las leonas que están allí son suyas, que allí, él manda. Pero su rugido de hambre es uno de los más fuertes y temerosos que tiene.

Nos dice la escritura que el enemigo, nuestro adversario, el diablo, anda como león rugiente alrededor viendo a quién devora. Esa es una advertencia que el Señor nos hace a quienes somos su pueblo, por ello dice: a los enemigos del diablo (nosotros) (1era. Pedro 5:6). Cuando somos niños y adolescentes estamos bajo los cuidados de los padres, bajo el cuidado de nuestros maestros, y aún en la universidad tenemos algún tipo de seguridad y cuidados sobre nosotros. Pero, el día que salimos a trabajar al mundo, ese día entramos al campo enemigo. Ese día es el día en que nos entregan en el ejército nuestra mochila con todos los implementos necesarios para que vayamos, y luchemos nuestra propia batalla con la advertencia de que entramos en campo minado. No estarán nunca más nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros maestros, nuestros tutores cuidándonos y diciéndonos qué hemos de hacer y qué no. De allí en adelante todo depende de nuestras propias decisiones. El jefe será implacable, nuestros compañeros de trabajo serán no amigos sino la competencia. El que esté a nuestro lado no será un aliado sino un enemigo más. La única persona en la que podremos confiar será Dios y nosotros, y con ésto más, nosotros mismos no somos confiables. Nuestras debilidades, nuestros defectos, nuestros setimientos nos pueden traicionar. Engañoso es el corazón del hombre dice la escritura.

Solamente saliendo en el nombre de Dios, confiándonos en sus preciosas manos, solamente desconfiando de nosotros mismos, sabiendo y estando conscientes de que somos débiles, que somos carne fresca para el enemigo, solamente así, estaremos más seguros en un mundo corrupto, en un mundo hábil de querernos comer como un león rugiente por  y con hambre. Meditemos.

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