sábado, 11 de febrero de 2012

No nos escondamos de Dios.

Dios Padre, en persona, bajaba todos los días (Génesis 3:8) a platicar con Adán y Eva. Pero un día llegó y no los encontró, y dijo: ¿Dónde estás tú?. Dios en su omnipresencia sabía en dónde estaba Adán y Eva, pero la pregunta no era por el hecho de no verlos sino por el hecho de ver a dónde habían caído.

La respuesta de Adán fue: "Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí" (Génesis 3:10). No es acaso lo que nosotros hacemos, escondernos, cuando pecamos. Muchas personas dicen que son "ateas"; otras dicen que llevan la "religión" a su manera; otras hacen como que Dios es para "otros" más necesitados que ellos; otros hasta se atreven a profetizar que cuando se estén muriendo, entonces, arreglarán cuentas con Dios, con una vacía seguridad que tendrán tiempo para ello. La pura realidad es que "nos escondemos" de Dios porque sabemos que estamos desnudos delante de él, gracias a nuestros pecados. Solamente cuando Adán confrontó a Dios, entonces Dios en su infinita misericordia lo "vistió" con pieles para que tapara su denudez.

El arrepentimiento, y el exponernernos a la presencia de Dios hoy en día, es el antídoto para no escondernos de Dios. Todos pecamos y pecamos todos los días, pero la misericordia de Dios quiere que NO nos escondamos de él. El desea que nos cobijemos en su regazo, para arrepentirnos del pecado y él nos dará la gracia para salir de "ese" pecado. Meditemos.

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