lunes, 27 de febrero de 2012

El día de los galardones, el día de los reconocimientos.

Todo ser humano no solamente está deseoso sino necesita de un reonocimiento. Toda actividad humana tiene en mayor o menor grado un reconocimiento, en ocasiones ese reconocimiento muy merecido no llega pronto, en otras quizás no es tan merecido, y sin embargo, llega pronto. Pues como en toda decisión humana se cometen errores.

Cada cuatro años todas las naciones participan del Campeonato Mundial de Fut; cada año se celebra el evento de la mujer más bella del mundo; cada año la academia entrega los premios a los mejores artistas y películas. Pero, como decíamos al principio, debido a los errores humanos (como sucedió hace dos años en los premios de la Academia Cinematográfica), la estatuilla dorada se lo dan a otra persona; por interéses económicos, el Campeón Mundial de Fut resulta no ser el mejor equipo del campeonato como sucedió en 1,938; 1,966 y 1,978. Y, la mujer más bella del mundo, resulta no ser la más bella, por interéses políticos o por el color de su piel como ya es muy conocido. Con Dios, esos errores, esos interéses, esas conveniencias NO VAN A SUCEDER. Quien merezca un galardón (Misthos: premio, recompensa, galardón) lo va a recibir.

Pablo nos habla en sus epístolas incesantemente, incansablemente, que todo aquél que trabaje para la obra de Cristo recibirá un premio, un galardón, un reconocimiento. El Tabernáculo con sus tres áreas cada una más cercana al trono de gracia, es un ejemplo de los galardones; la parábola del fruto de la semilla es otro más, unos dan fruto al 30, otros al 60, y otros 100 por uno; el día del juicio divino se abrirán los libros dice Apocalipsis (20) y cada uno recibirá su galardón según las obras que haya efecturado. Meditemos.

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