lunes, 2 de abril de 2012

Nunca jamás será avergonzado.

El libro de Joel, un pequeño libro en el Antiguo Testamento de apenas 3 capítulos, es otra de las grandes parábolas que Nuestro Dios nos ha dejado. Joel nos narra cómo una plaga de insectos puede acabar con un cultivo. De la misma forma que el pecado puede acabar con una vida espiritual.

Nos narra cómo el pueblo de Israel al pecar, se asemejó a un campo de cultivo en donde la oruga, el saltón, el revoltón, y la langosta acabaron con toda la cosecha, dejando la tierra árida. Es una parábola, no sólo para el pueblo de Israel sino para nosotros hoy en día. Cuando permitimos que el pecado se enraíce en nuestros corazones (pues hemos de reconocer que todos pecamos todos los días) sin lucha alguna... entonces estamos dejando que orugas, saltones, revoltones, y langostas espirituales nos roben la semilla espiritual. Sin embargo, Dios NUNCA nos quita la esperanza sino al contrario nos anima SIEMPRE, a que, al final de nuestro pecado si nos arrepentimos allí está él esperándonos con los brazos abiertos de un Padre amoroso y piadoso. Joel termina su narración hablando en el nombre de Dios de la siguiente forma: "Y conocerés que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy Jehová vuestro Dios, y no hay otro; Y MI PUEBLO NUNCA JAMÁS SERÁ AVERGONZADO" (Joel 2:26).

Pero lo más impactante de ésta historia es que Dios manda a Joel a REPETIR la frase: "Y MI PUEBLO NUNCA JAMAS SERA AVERGONZADO" (Joel 2:27). No importa cuál haya sido nuestro pecado, ni las consecuencias que el mismo haya tenido. Dios nos PROMETE que cuando seamos restaurados: NUNCA JAMAS SEREMOS AVERGONZADOS. Meditemos.

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