lunes, 9 de abril de 2012

Clamen a Dios fuertemente.

Nos narra el libro de Jonás, la historia de un profeta judío que fue enviado a Nínive para proclamar arrepentimiento por el perdón de sus pecados, pero resulta que el profeta, que se llamaba Jonás, no quizo ir porque era celoso de su religión y de su Dios, y sabía que cuando hay arrepentimiento sincero Dios perdona.

Pero la voluntad perfecta de Dios en ese momento era perdonar a los habitantes de Nínive, así que en medio de su travesía por barco, Jonás es echado a las aguas y llevado a Nínive. Jonás hace lo que Dios le envió a hacer, y, como Nínive era una ciudad tan grande, éste pasa tres días caminando de suburbio a suburbio hasta que toda la ciudad se entera de los planes de Dios. La noticia llega hasta los oídos del rey quien manda proclamar arrepentimiento y ayuno con éstas palabras. "Hombres y animales, no gusten cosa alguna; no se les de alimento ni bebida, sino cúbranse con cilicio y CLAMEN A DIOS FUERTEMENTE" (Jonás 3:7-8). Así fue hecho y los pobladores de Nínive se arrepintieron y Dios les perdonó. Esta acción vale decir que es una parábola para nosotros hoy, pues cuando clamamos fuertemente a Dios (con respeto por supuesto) El nos responde.

Jonás se enoja y discute con Dios para hacerle ver el por qué no quería ir a hacer lo que le mandó, la respuesta de Dios nos da varias lecciones: la paciencia de Dios; la misericordia de Dios; la soberanía de Dios; la bondad de Dios; y hasta la ternura que tiene por los animales: "¿No tendré YO piedad de una ciudad en donde hay más de 120,000 personas que no saben discernir... y MUCHOS animales?". Meditemos.

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