martes, 10 de abril de 2012

La responsabilidad en el liderazgo.

La emoción que trae consigo el conocer los caminos verdaderos del Señor, trae incluida la ilución de algún día querer vivir para predicar su palabra. Eso, bajo ningún punto de vista se puede catalogar como malo, al contrario, si algo se necesita en ésta hora en este el mundo tan corrupto es predicadores de amor y del bien.

Ahora bien, no sólo se trata de leer la biblia una vez, o aprenderse unos salmos y unos proverbios de memoria, y salir con la espada en la mano a decirle al mundo que está en pecado y que le URGE arrepentirse. La responsabilidad que conlleva el predicar la palabra de Dios, desde tiempos antiguos ha llevado también un cuota de otros factores: ¿Realmente Dios ya nos mostró que nuestra misión en ésta vida es predicar? ¿Nos dió, juntamente con ese deseo, la oportunidad de prepararnos bien para hacer el trabajo? ¿Ya nos indicó que ahora, es la hora en que debemos hacerlo? Lea usted el libro de Miqueas en el capítulo 3 y versos 11 y 12, y verá cómo la responsabilidad que conlleva el ser líder en la iglesia, no es como ir subiendo puestos en el trabajao láico o profesional que realizamos. El poder puede llegar a corrompernos si no lo recibimos de Dios. Dice Dios en ese pasaje de la biblia: "Sus jefes juzgan por cohecho; y sus sacerdotes enseñan por precio; y sus profetas adicinan por dinero".

Estamos en peligro si llegamos a tener un poder que Dios no nos haya dado, y para el cual no nos haya preparado. Y, cuando ese trabajo lo realizamos por la paga y no por una visión certera de Dios, trae consecuencias muy duras para nosotros, para los nuestros, y para quienes están bajo nuestra cobertura (el verso 12 termina diciendo: vendrán a ser montones de ruinas). Meditemos.

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