lunes, 16 de abril de 2012

La famosa oración de Habacuc.

Habacuc, un profeta de Dios que realizó su ministerio alrededor de 600 años antes de Cristo. Enviado por Dios para decirle al pueblo que había pecado, y que, como consecuencia de ese pecado una nación fuerte, poderosa, mala, y sedienta de sangre iba a destruir a una nación santa (Habacuc 1:13), tiene un enigma.

En gran enigma de Habacuc era el gran enigma de muchos de nosotros los cristianos el día de hoy. Señor, ¿cómo es posible que el impío, el injusto, el que no cumple, el que no se entrega a tí, el que no te toma en cuenta en su vida y en sus decisiones, el que no te tiene como meta... PROSPERE? ¿Cómo permites eso, Señor? ¿Por qué yo no prospero estando a tus pies, y los impíos tienen de todo, y casi sin esfuerzo?. La respuesta de Dios no se hizo esperar, y es la misma para nosotros también: ¡Ay del que multiplicó lo que no era suyo! ¡Ay del que acumula sobre sí prenda sobre prenda! ¡Ay del que codicia injusta ganancia para su casa! ¡Ay del que edifica la ciudad con sangre! ¡Ay del que da de beber a su prójimo! ¡Ay de ti, que le acercas tu hiel, y le embriagas para mirar su desnudez! ¡Ay del que dice al palo,: Despiértate; y a la piedra muda: Levántate! porque he aquí que están cubiertos de oro y plata, pero no tienen espíritu dentro. (Habacuc capítulo 2)... Porque ellos serán DESTRUIDOS.

Es entonces cuando Habacuc comprende lo que nosotros debiéramos de comprender: "Aunque la higuera no florezca; ni en las vides haya frutos; aunque falte el producto del olivo; y los labradores no den mantenimiento; y las ovejas sean quitadas de la majada; y no haya vacas en los corrales... CON TODO, YO ME ALEGRARE EN JEHOVA MI SALVADOR. Meditemos.

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