lunes, 1 de octubre de 2012

Maldiciones de ayer, que son también para hoy.

Cuántas veces no nos preguntamos ¿por qué me va tan mal? ¿por qué todo lo que emprendo o no fructifica o cuesta tanto que fructifique? ¿por qué a otros sí les salen bien sus planes y a mi me cuesta que salgan? Todas éstas preguntas pueden tener una o varias respuestas, pero lo la más certera la encontramos en el libro de Deuteronomio.

Lo hemos explicado en otras oportunidades pero lo repetiremos por motivo de aquellos que no lo han leido, o por aquellos a quienes se nos ha olvidado: Cuando Jesús dijo que lo "antiguo" quedaba caduco y que ahora habían nuevas leyes, no se refería exactamente a "todo" el Antiguo Testamento, y ni siquiera se refería a "todas las leyes y normas" que Dios les había impuesto a su pueblo. Pues algunas como las leyes morales no caducaron nunca porque implicaban e implican salud espiritual. Así, nosotros podemos ver que alguans de las respuestas a que nuestros planes no salen es porque quizás estamos rompiendo o quebrando alguna de las leyes morales. En Deuteronomio capítulo 27 leemos: "Maldito" el hombre que hiciere imágenes, o sea, maldito el hombre que fuere idólatra (verso 15). "Maldito" el que deshonrare padre o madre (verso 16). "Maldito" el que redujere el límite de su prójimo (verso17). "Maldito" el que hiciere errar al ciego (verso 18). "Maldito" el que pervirtiere el derecho del extranjero, del huérfano, y de la viuda (verso 19). "Maldito" el que se acostare con la mujer de su padre (verso 20). "Maldito" el que se ayuntare con cualquier bestia (verso 21). "Maldito" el que se acostare con su hermana, hija de su padre o hija de su madre (o sea que incluye hermanastras, verso 23). "Maldito" el que recibiere soborno para quitar la vida al inocente (verso 25). "Maldito" el que no confirmare las palabras de "esta" ley para hacerlas (verso 26).

Con una sola de éstas leyes que estemos quebrantando, estaremos vetando nuestra prosperidad. Pues esa es la promesa que Dios hace. Analicemos nuestra caminata diaria y miremos con humildad nuestro actuar, y si encontramos por la misericordia de Dios nuestra falta, pidamos perdón y "entonces" seremos prosperados porque estaremos agradando a Dios. Meditemos.

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