miércoles, 3 de octubre de 2012

El que no sirve a Dios, sirve a sus enemigos.

Como hemos estado viendo en el libro de Deuteronomio, el Señor le hace ver a su pueblo qué es lo que a él le desagrada, para luego decirles qué es lo que más le agrada. Esto lo hizo Dios con el fin no sólo de preservar a su pueblo de grandes penas sino también porque lo que quería era bendecirlo.

En el capítulo 28 y versos 47 y 48 leemos lo siguiente: "Por cuanto no serviste a Jehová tu Dios con alegría y con gozo de corazón, por la abundancia de todas las cosas; servirás, por tanto, a tus enemigos que enviare Jehová contra tí, con hambre y con sed y con desnudez, y con falta de todas las cosas; y él pondrá yugo de hierro sobre tu cuello, hasta destruirte". En éstos versos hay varias lecciones que Dios nos muestra: Primero, él desea que lo sirvamos de corazón, no por interés de algo. Segundo, la razón casi sempiterna por la que no servimos a Dios con alegría y de corazón es porque el "bienestar" que nos rodea nos estorba. Tercero, cuando hagamos ese despecho por el Señor tengamos la seguridad de que él mismo enviará enemigos que nos quitarán ese bienestar. Y por último, casi en la totalidad de los casos en que nos encontremos en éstas situaciones de hambre, sed, denudez, y un yugo de hierro puesto por algún enemigo, es casi seguro que la causa es porque le fallamos a Dios, pues conocemos de claras excepciones en donde el caso es como el de Job, una prueba que Dios envía.

Pidamos a Dios todos los días de nuestra vida, es más, no debiéramos de iniciar nuestro diario qué hacer sin pedirle a Dios que nos abra los ojos materiales y espirituales para no fallarle. Es algo muy delicado no agradar a Dios. No podemos ir por la vida jugando a ser cristianos, debemos de cumplir como cristianos. De lo contrario no terminaremos nuestra vida sirviendo a Dios sino a nuestros enemigos. Meditemos.

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