""Y les encargaba rigurosamente que no lo descubriesen"
(Mateo 12:16).
Varias fueron las ocasiones en las que Jesús, después de hacer un milagro, les decía a los beneficiarios: "Por favor, no se lo digas a nadie", así como en ésta ocasión en la que le curó la mano seca a un enfermo en día de reposo. ¡Así es como trabajan los hombres enviados de Dios! En silencio, en oculto, no con grandes alborotos y grandes mantas. La obra de Dios es de Dios no de los hombres; la gloria de Dios es de Dios no para los hombres.
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