sábado, 17 de noviembre de 2012

El oficio de Sacerdote.

"Y mojará el sacerdote su dedo en la sangre, y rociará de aquella sangre siete veces..."
(Levítico 4:6).

"Y derramará (el sacerdote) el resto de la sangre al pie del altar del holocausto..."
(Levítico 4:25).

"Y rociará de la sangre de la expiación sobre la pared del altar..."
(Levítico 5:9).

Cuando pensamos en el Tabernáculo de Moisés pensamos en tiempo de paz, en tiempo de cantos celestiales en donde todos danzan con ropas blancas y puras. Y, cuando pensamos en el ofcio de sacerdote pensamos en los más grandes ministerios, aquellos que proporcionan una iglesia inmensa, llena de gente santa, ministerios de aviones, grandes trasatlánticos y hoteles de cinco estrellas. NO. Muy pero muy lejano estaba el oficio original del sacerdocio al que hoy vemos en muchas "llamadas" iglesias. El panorama que usted miraba al entrar al Tabernáculo era horrible, sangre, y más sangre, y más sangre. Sangre sobre el altar, sangre sobre la tierra alrededor del altar, y más sangre en las paredes. Un sacerdote muy lejos de tener sus ropas limpias, blancas y puras. Un sacerdote agotado de degollar y degollar animales. Un sacerdote dedicado a trabajar, y duro, en expiar los pecados de sus ovejas, no viviendo a costa de ellas.

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