miércoles, 28 de septiembre de 2011

La constitución del creyente.

Todos somos ciudadanos de alguna nación, eso nos hace tener que conocer las leyes, las normas, lo que la ley manda para cada una de ellas. Es necesario, aunque no seamos juristas, que sepamos qué es lo que nos está permitido hacer y qué no.

Lo mismo nos sucede cuando entramos al ambiente del pueblo de Dios, hemos de conocer qué es lo que se nos permite hacer en la vida, y qué es lo que a Dios le desagrada para no hacerlo. En la medida en que en una nación respetemos la leyes y las normas de esa nación, así será de tranquila nuestra vida. En lo espiritual también se cumple. En la medida que sepamos qué desea Dios de su pueblo, en esa medida lo vamos a agradar, estaremos en paz con los hombres, y por supuesto, las recompensas y los buenos resultados que Dios promete serán nuestros. Y alguien podría preguntar: ¿Cómo me entero de lo que Dios permite y no permite; de lo que Dios desea y de lo que no desea para su pueblo? Bueno, la respuesta está en buscar en la Biblia esos encaminamientos. Dejó escrito el Señor en la biblia lo siguiente: "Escudriñad las escrituras, porque allí, está la verdad".

Toda la escritura nos enseña qué desea Dios de nosotros, pero si alguien quiere encontrar un resumen de esas leyes y esas normas, definitivamente tiene que referirse al libro de los Romanos. En dicho libro encontramos todas las doctrnas del cristianismo, aunque sea la incipiente idea de la misma, otras explicadas, pero todas están allí. Quizás por ello, entre los estudiosos de la Palabra de Dios se conoce el libro de Romanos como: La Constitución del creyente. Meditemos.

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